Fué la mejor decisión que tomé junto a 1 amiga y 4 desconocidos
Era un jueves por la noche cuando estabamos por cenar junto a Coni, mi compañera de viaje y nos hicimos amigos de un suizo y otro argentino que estaban en el mismo hotel que nosotros.
El Chaltén es un pueblo que mide 1 km² donde no hay internet en la calle y todos se conocen con todos, por lo que es facil hacer amigos nuevos en cualquier lugar.
Así fue que nos dispusimos a cocinar y tuvimos una gran noche juntos, llegando la medianoche, se acercaba la hora de irse a dormir cuando entre risas y chistes alguien dijo Que lindo debe ser ver el amanecer en el cerro Fitz Roy.
Y de pronto se creo un ambiente de complicidad y silencio donde todos nos miramos y creo que implícitamente todos estabamos de acuerdo en que era una idea demente pero apasionante.
Y así fue que comenzamos a debatir, ya que había que tener en consideración varias cuestiones, entre ellas:
- No teníamos comida para todos
- Era casi la 1am y debíamos partir 4am y nadie había dormido aún
- No todos teníamos el equipo necesario para el frío (las temperaturas son -0º en esas epocas)
- No teníamos linternas para la noche
- No sabíamos exactamente cómo era el camino que nos esperaba
Pero a pesar de todo eso, eramos 4 locos, en una noche helada con sueños de grandeza y todo se definió casi como si lanzáramos una moneda al aire y tomaramos la decisión basados en el azar.
Entre tanto comentario y opiniones de si debíamos ir o no, abrieron la puerta del hotel una pareja de polacos que estaban regresando y nos vieron con cara de Qué está sucediendo aquí y por qué tanto alboroto y automáticamente decidimos dejar la decisión en sus manos.
¿Quieren venir a ver el amanecer en el cerro Fitz Roy? Nos vamos en 3 horas, no tenemos comida y sólo nos quedan 2 horas para dormir.
Y todo se dió como tenía que darse, nos enlistamos, juntamos la poca comida que teníamos entre todos, seteamos las alarmas y todo parecía preparado para irnos a dormir.
Unas horas más tarde nos levantamos todos a horario, preparamos nuestro equipo, cargamos agua, comida, linternas, buscamos en google qué desafíos nos podíamos encontrar y dejamos una nota en el hotel Nos fuimos al cerro Fitz Roy (debido a la inseguridad que plantean algunos caminos de montaña es fundamental dar aviso a alguien dónde te irás a aventurar).
A día de hoy recuerdo claramente la emoción que todos teníamos y las caras de agotamiento que padecíamos, salimos y nos adentramos en el cerro.
Las temperaturas eran heladas, a finales de abril los caminos comienzan a llenarse de nieve y es imposible no padecer el entumesimiento en las manos.
A lo largo del camino vimos huellas de animales como el huemul, pudimos apreciar la inmensidad del cielo estrellado y la calma del bosque en el medio de la noche.
En el camino nuestros amigos polacos quedaron detrás, nos cruzamos otros grupos que estaban caminando a paso lento (creo que al final no eramos tan locos después de todo) y pasamos por el campamento poincenot donde los caminantes suelen acampar para ser los primeros en llegar a ver el Fitz Roy.
Y llegamos al punto decisivo, la subida final antes de llegar al lago Fitz Roy.
Si visitas este cerro en invierno u otoño, esta información puede servirte, hay diversos senderos para subir pero todos siguen una misma linea, aunque en esas temporadas puedes encontrar agua en el piso, el problema es que con las bajas temperaturas esa agua se congela y se vuelve una pista de patinaje mortal en caida ya que es muy empinado.
Ahora imagínate esto de noche, no lo recomiendo si no vas con equipo adecuado, pero en fin ahí estaba, liderando al equipo a paso firme ya que todo el resto de equipo a esa altura había quedado detrás.
Subir no fue facil, a esa altura eran casi las 6 am y habíamos caminado bastante sin parar para llegar a horario, por lo que tras algunas caidas, resbalones y golpes, llegué al primer tramo donde se asoma el cerro fitz roy y mientras escribo esto se me pone la piel de gallina.
Ahí estaba, el impactante cerro y el cielo estrellado asomando una imagen que parecía de película.
Pocos minutos después llegamos todos frente al cerro, lo habíamos logrado a tiempo y aún no salía el sol, estabamos mojados, cansados, hambrientos, sedientos y muertos de frío, la noche helada nos había dejado en la peor condición pero aún así teníamos una sonrisa de oreja a oreja, lo más difícil estaba hecho.
Los argentinos armamos un mate y aprovechamos unos minutos para enseñarles a la pareja polaca lo que es el mate argentino (spoiler: no soy gran fan del mate), helados y abrazados unos a los otros esperamos hasta que salió el primer rayito de sol.
Y entonces el espectáculo comenzó, nunca vi algo tan hermoso en mi vida; junto al Salar de Uyuni es la maravilla más hermosa que he visto en mi vida.
Apenas sale el primer rayito de sol y golpea la nieve comienza un espectáculo que dura unos 15 o 20 minutos.
El cerro Fitz Roy se amalgama de colores formando una paleta preciosa que va desde el azul oscuro por la noche, pasa a un azul claro y se pinta amarillo cuando sale el sol, yendo de ahí a un rojizo, magenta y anaranjado hasta que sale el sol por completo y el cerro vuelve a su color natural gris como las rocas.
Pagaría lo que fuera por volver a ver ese espectáculo en vivo una vez más, el resto es historia.
Y para nuestra suerte, logramos bajar y descubrimos que nuestro grupo había sido el último en subir en esa temporada, nos encontramos un guardaparques y nos comentó que ya había demasiada nieve en el camino y no era viable para las familias y personas poder seguir subiendo, por lo que finalmente cerrarían el sendero.
Y así fue como un grupo de 6 locos por el trekking y la naturaleza se amigaron en una noche y terminaron al amanecer en el cerro Fitz Roy.