Es como ver Nat Geo pero en tiempo real desde tu ventana.
Pasamos navidad y año nuevo en Hanoi, la segunda capital de Vietnam y fué hermoso, ambos días fueron un sueño, la gente es super amistosa, las calles se inundaron de personas y lucesitas de colores.
Teníamos planeado visitar el sur de Vietnam y dirigirnos a la capital del país, Saigon, mejor conocida como Ho Chi Minh, nombrada así en honor al general quien basicamente instauró el comunismo en este país.
Teníamos nuestra estadía reservada pero aún no sabíamos cómo ibamos a hacer para llegar desde el norte hasta el sur, casi 2,000 km nos separaban de nuestro destino y hay muchas cosas para hacer entre medio.
Aún así nuestro itinerario no nos permitía pasar mucho tiempo en otras ciudades y turistear por lo que averiguamos opciones y encontramos que habían dos formas de hacerlo, viajar en tren o volar en avión.
El precio era casi el mismo aunque las comodidades y los tiempos eran bastante diferentes, mientras un vuelo a Ho Chi Minh nos tomaba unas 2 horas, si viajabamos en tren tardabamos 24 veces más.
Y ni hablar de la comodidad, pero aún así casi que no tuvimos que pensarlo mucho, Sol estaba encantada y yo nunca había viajado en un tren de larga distancia, por lo que después de un rato no fue muy dificil convencerme.
Lonely Planet ha reconocido a este tren como uno de los recorridos más hermosos del mundo así que definitivamente es una experiencia que no podíamos perdernos.
Investigamos muy poco para saber que los precios eran los mismos que los de viajar en avión y las vistas parecían ser buenas, así que compramos los pasajes y unos días después de año nuevo ya estabamos subiendonos al tren.
El tren está dividido por secciones, espacio compartido con asientos como un tren normal, un área de “restaurant” (en realidad se trata de un vietnamita con un carrito de comida de dudosa procedencia) y el resto son camarotes para 6, 4 y 2 personas.
Lo primero que hicimos al subir fue recorrerlo por completo, fuimos de punta a punta y yo me sentía como un niño en la película de Harry Potter cuando suben por primera vez para ir a Hogwarts, solo que yo tenía 28 años y estaba por cruzar un país asiático de punta a punta.
Recuerdo que no podía quedarme quieto, miraba por la ventana, probaba la cama, salía y entraba del camarote para ver por la ventana del pasillo y me sentía exaltado todo el tiempo.
A medida que el tren se alejaba de la ciudad comenzaban a aparecer pueblitos y la vista por la ventana era cada vez más rural, aunque ya era de noche y no se podía ver mucho me esforzaba por ver qué era lo que estaba sucediendo afuera.
La mañana siguiente madrugué para encontrarme con un amanecer hermoso y mucha vegetación a nuestro al rededor, no podía creer lo que estaba viendo, a veces sentías que estabas en el medio de la jungla y cada tanto se asomaba algún pueblito.
Pero nada se compara con los campos de arroz inmensos que acaparaban las vistas cada vez que cruzabamos por el medio de alguno.
Las ventanas del pasillo eran más grandes por lo que cada tanto me gustaba salir y quedarme un rato parado apoyado contra los ventanales que ofrecían unas vistas priviligiadas del país.
Si pudiese guardar un recuerdo en mi memoria de este viaje a Vietnam definitivamente sería el de estas vistas.
Era inimaginable el hecho de atravesar tanta cantidad de paisajes, ni en National Geographic había visto tantos biomas juntos, pasabas por un tunel debajo de una montaña y el tren se llenaba de oscuridad, dos segundos más aparecías en un risco bordeando una montaña con un panorama claro de las playas de Vietnam.
Y cuando querías darte cuenta estabas cortando pequeñas cascadas que caían desde arriba de la misma montaña por la que pasaba el tren, eso mezclado con la fauna y flora selvática y los pueblitos perdidos en el medio de quién sabe donde le daban un toque de sorpresa constante a todo el viaje.
Sin embargo la postal de los campos de arroz, semi inundados al atardecer se llevan el premio gordo, ese reflejo rosadito y el aire a campo ganan todos los premios.
Algo que casi nos destruyó fue el tema de la comida, si bien los paisajes eran maravillosos, no tuvimos en cuenta la escasa variedad de comida que había a bordo del tren.
Creo que en dos días comí 3 choclos, unos noodles con carne de algún animal no identificado y 2 o 3 cafés, pero ¿Quién nos quita lo bailado?
Es un viaje que volvería a hacer y que recomiendo a toda persona visite Vietnam, incluso recomendaría hacerse tiempo para visitar ciudades como Hue o Hoi An, nosostros nos llevamos esos 2 motivos para regresar además de este hermoso recuerdo de un viaje cargado de vistas épicas.