No puedo superar que los incas iban caminando en patas por ahí.
Lo que comenzó como unas vacaciones de dos semanas a Ushuaia, al sur de Argentina, se había estirado un poco más de lo planeado y de alguna u otra forma terminé en el sur de Perú, arriba de una montaña donde los incas habían construido una ciudad, también conocida como Machu Picchu.
Pero vamos por partes, el camino no fué facil pero una vez que estabamos en Bolivia pensamos en lo cerca que estábamos de Perú y digamos la verdad ¿Quién no quisiera visitar Machu Picchu estando tan cerca?
Y ahí estabamos, en Cusco partiendo hacia Aguas Calientes, el pueblo que se encuentra al pie de la montaña de la ciudad de Machu Picchu, existen 3 formas de llegar hasta allí desde Cusco: en tren, en bus y el Salkantay Trek.
Por logística decidimos ir en bus, por lo que tardamos entre 4 y 6 horas en llegar.
Atravesamos montañas y recorrimos la ruta a cientos de metros de altura, atravesamos cascadas y senderos estrechos donde puedes tomar verdadera noción de la altura en donde estás tan solo con mirar por la ventana, creeme, no es apto para quienes temen a las alturas.
El bus nos dejaba en un lugar llamado Estación Hidroeléctrica, donde basicamente estabas en el medio de la nada en una montaña y tenías que caminar hasta una estación de tren cercana para encontrar civilización y emprender el verdadero camino hacia Aguas Calientes.
Una vez que llegásemos a ese pueblo, nos estaban esperando en el hotel para pasar la noche ahí y al día siguiente subir a Machu Picchu, lo que no sabíamos era que el camino que nos esperaba sería desafiante, húmedo, plagado de vegetación densa y uno de las más hermosas caminatas que hice en mi vida.
Llegamos a la estación de tren y comenzaba la verdadera aventura, caminaríamos al borde de las vías del tren hasta llegar a Aguas Calientes; por suerte estaba lleno de gringos y todos ibamos en el mismo sentido por lo que no sería facil perdernos y a la vez se generaba un ambiente de aventura colectiva que te motivaba a seguir caminando.
A lo largo del camino vimos paisajes maravillosos, el mágico tren que pasaba y se perdía en el medio de la jungla te hacía sentir que estabas en un cuento de hadas, cascadas que atravesaban el camino, el río que serpenteaba y musicalizaba el recorrido y de pronto la maleza se abría dejando huecos que parecían ventanas donde podías ver las montañas que nos rodeaban haciéndonos sentir ínfimos en un mundo gigante.
No me alcanzan las palabras para describir la aventura que es completar este pequeño trekking, a lo largo del camino puedes encontrar algunos puestos locales con gallinas y algunos otros animalitos silvestres pero lo mejor de todo es que han sabido aprovecharse del turismo y se convirtieron en spots para descansar y tomar un buen helado para recuperar algo de energía.
Después de unas 2 horas mas o menos y mucho sudor y agotamiento físico llegamos hasta la entrada de Aguas Calientes y esto se ponía cada vez mejor, lo primero que ves es un Mariposario donde puedes ver algunas de las mariposas más espectaculares de la zona y seguir camino hasta ver los primeros edificios del pueblo.
No me pregunten por qué pero a día de hoy siento que hay una influencia asiática en la arquitectura o forma de haber construido ese pueblo, Aguas Calientes es un pueblo al pie de la montaña que está como en pendiente y es atravesado al medio por un río y además tiene una estación de tren que parece sacada de una película de Estudio Gibli.
Por lo que sus calles son angostas, el ambiente es demasiado humedo, tiene puentes que unen ambos lados del pueblo y convive un gran espacio turístico junto con personas que nacieron ahí y llevan una vida totalmente normal a unos minutos de Machu Picchu, ¿entienden eso? ¡Salen a tomar un helado y pueden visitar Machu Picchu si quisieran! ¿Te imaginas vivir así?
A día de hoy sigo enamorado de ese pueblito.
Después de recorrer un poco nos fuimos al hotel y al día siguiente nos enlistamos para partir al destino final y tan esperado, Machu Picchu.
Desde Aguas Calientes hasta allí hay dos formas de llegar, en bus o en tren, subiendo en bus te tomas unos 20 o 30 minutos en total y si quieres subir caminando, deberías subir más de 1500 escalones por lo que puedes tardarte una hora y media en subir.
Claramente no iba a irme por el camino facil así que nos enlistamos y comenzamos a subir.
Jamás había subido tantos escalones, cargando mi mochila con algunas provisiones, muerto de calor, con tanta humedad y además de eso a 2,400 metros de altura.
Pero definitivamente valió la pena, volvería a hacerlo si tuviese la oportunidad, Las vistas que encuentras en el camino son inigualables, hasta el día de hoy no he visto nada igual y el truco está en que una vez que llegas hace que todo valga mucho más la pena ¿que trucazo no?
Una vez arriba, completamos el recorrido por la ciudad y fue verdaderamente hermoso, tal vez me hubiera gustado tener un guía para aprender más de la historia de esa gran ciudad, aunque pudimos apreciar la arquitectura, ver algunos animales y maravillarnos con el razonamiento super avanzado que tenían los incas para esa época.
Todo parecía estar medido con regla y de alguna manera sabían exactamente en dónde estaban posicionados los astros para construir sus edificios de forma particular además de tener la ventaja estratégica de estar ubicados en la montaña más alta de todas por si eran atacados.
Creo que si tuviera que quedarme con un recuerdo de todo esto, sería todo el camino que hicimos para llegar antes que la ciudad de Machu Picchu, no me malinterpreten, es maravillosa, aunque el desafío, la naturaleza pura y los paisajes que parecen sacados de un cuento de hadas se robaron mi corazón.
Espero algún día volver y completar el Salkantay Trek – al Paul del futuro si algún día lees esto, te reto a visitar este lugar una vez más y realizarlo.